Nunca Olvidemos que Dios es nuestro Alfarero, Esperanza y Confianza
1 Tesalonicenses 1:3
acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo.
Romanos 15:4
Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.
Hebreos 10:23
Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.
La palabra de Dios o el manual de instrucción de vida, nos
dice que la esperanza es lo último que nosotros
debemos perder. Pero, muchos piensan que esta es un sentimiento ilusorio de que algo bueno puede pasar y muchos cuando
están pasando por dificultades, pruebas
o aflicciones de la vida, lo primero que pierden es la esperanza.
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En este sentido, debemos entender que para nosotros los hijos de Dios la esperanza no es un sentimiento o un
pensamiento positivo, sino que es esa fe,
confianza y seguridad en cada una de las promesas de nuestro Padre fiel y que toda obra para bien en
nuestras vidas, conforme a su voluntad y
propósito divino.
Así pues, el Salmos 71:5
Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi
esperanza, Seguridad mía desde mi juventud. Romanos 5:4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza y esta
no avergüenza. Romanos 12:12 gozosos en
la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración.
Por consiguiente, Dios es nuestra
esperanza y en el hemos puesto toda la confianza...sigamos adelante pase lo
que pase en nuestras vidas y continuemos confiando
en lo que nuestro Señor nos ha dicho y por nada del mundo perdamos la esperanza viva que es por la
resurrección de Jesucristo.
Por lo tanto, nuestra confianza y
esperanza está en Dios; nuestra alma reposa en él y mientras él nos mantenga con vida, hay esperanza en el
nombre de Jesucristo.
Definitivamente, sigamos creyendo
en esperanza contra esperanza, mantengámonos firmes para seguir gloriándonos en la esperanza de la gloria
de Dios que es en Cristo Jesús.
En resumen, así como el herrero
recibe el acero no trabajado que debe ser transformado por medio de un proceso repetitivo de fuego intenso,
martillados y agua fría hasta obtener la pieza perfecta deseada...De la
misma manera, Dios permite que
pasemos por el fuego de las pruebas o
aflicciones; que llevemos martillazos
de la vida y nos sintamos tan frio
como el agua que hace sufrir al acero.
En sí, lo único que debemos pedirle ante dicho proceso, es que no desista hasta que nosotros consigamos tomar la forma que el desea de nosotros y que lo intente de la manera que él quiera, durante el tiempo que sea necesario, pero que jamás nos coloque en el montículo de hierro viejo y que no sirvamos para nada.